viernes, 14 de diciembre de 2012

Ítaca

Cuando emprendas el camino hacia Ítaca,
espera que la travesía sea larga,
llena de aventuras y de saberes.
A los lestrigonas y a los cíclopes,
al enfadado Poseidón no temas,
no te los cruzarás en tu camino,
si mantienes tu mente en alto, si una
selecta emoción te invade en cuerpo y alma.
A los lestrigonas y a los cíclopes,
al salvaje Poseidón no hallarás,
si no los llevas dentro de ti mismo,
si tu alma no los pone frente a ti.

Espera que la travesía sea larga,
y muchas las mañanas de verano
en que con gran deleite y alegría
arribes a puertos nunca antes vistos;
y te detengas en puestos fenicios,
y te hagas con hermosas mercancías,
de nácar, de coral, de ámbar y de ébano,
perfumes sensuales de toda clase,
cuantos más distintos perfumes puedas;
que veas muchas ciudades egipcias,
que los sabios te enseñen lo que saben.

Ten Ítaca presente todo el tiempo.
Regresar allí es tu destino y meta.
Mas no te des en absoluto prisa.
Será mejor si tardas muchos años;
Si echas las anclas en la isla viejo ya,
rico por cuanto ganaste en el viaje,
no por lo que pueda ofrecerte Ítaca.

Ítaca te ha dado el precioso viaje.
De no ser por ella no habrías partido.
Pero ya no tiene nada que darte.

Y si la hallas pobre, no te ha engañado.
Ahora que eres sabio y experto, ahora
comprendes el sentido de las Ítacas.

C.P. Cavafis, 1911
Versión de Clara Fernández Fernández, 2012

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